LA ATLÁNTIDA SEGÚN PLATÓN
La filosofía de la naturaleza de Platón (1) está consignada de preferencia en sus Diálogos y concretamente en el Timeo, que es un Diálogo de senectud, ofrece una cosmología articulada a este sistema, de los tiempos pasados y una breve descripción de la Atlántida. En el Crítias, del cual solo se conserva una parte, se habla de la existencia y nos detalla aspectos de la legendaria isla.
TIMEO O DE LA NATURALEZA
Platón en este Diálogo nos habla de las enseñanzas del anciano Solón (2) -el más sabio de los Siete Sabios de Grecia- que era pariente de Dropides, el bisabuelo de Crítias (3), nonagenario abuelo a su vez de Platón y a una pregunta del discípulo Hermókrates sobre la naturaleza y los tiempos pasados, Crítias responde sobre lo que él califica como el hecho más grande que el tiempo y la muerte de los que lo llevaron a cabo, no permitieron que su recuerdo llegara y, solo el sacerdote más anciano de la ciudad egipcia de Sais (4), tras haberle preguntado Solón sobre la prehistoria, ése sacerdote alegó que para los egipcios, los griegos eran como niños y que sus almas eran consideradas aún jóvenes, al no tener ninguna tradición antigua, ni ningún conocimiento de los tiempos antiguos, relatándole que existieron otras mil destrucciones del mundo, que se verificaron de mil maneras diferentes (y se volverán a suceder), las mayores por el fuego y el agua y las menores por diversas causas.
Lo que también se refiere en Grecia que Faetón (hijo del sol), colocó un día los arreos a los caballo de su padre, y no pudiendo conducirlos correctamente por su inexperiencia e inconsciencia juvenil, incendió todo lo existente sobre la tierra y él mismo pereció abrasado por el fuego, teniendo todo el carácter de una fábula; pero lo que sí es verdad, es el cambio de movimiento de los cuerpos celestes en el espacio alrededor de la tierra y la destrucción de todo lo existente sobre ella, lo que ocurre después de largos intervalos de tiempo y cuando se presentan estas circunstancias, sucumben sus habitantes, que casi siempre quedan con vida son los que desconocen las letras, impidiendo que queden reflejadas para las generaciones futuras, quedando la verdad como una simple fábula para niños, de manera que se vuelve a empezar y os rejuvenecéis, sin saber nada de los acontecimiento remotos. En nuestro país (Egipto) ni entonces ni nunca se ha dado el caso, y somos nosotros los que conservamos las más antiguas tradiciones, inscribiendo en los templos, todo lo bello y digno de ser conocido que llega a nuestro oídos. Los datos genealógicos desde el primer hombre me parecen cuentos de niños y solo mencionáis un solo diluvio, el último, a pesar de haber sucedido otros. Pero todo esto os ha ha permanecido oculto.
Los supervivientes de ese otro tiempo fueron muy pocos y sus descendientes vivieron durante largo tiempo desconocedores del lenguaje escrito. Ocurriendo mil años antes de que se escribieran los libros egipcios que databan en ése momento de ocho mil años de antigüedad (5), y que relatan de una formidable escuadra procedente del Océano, de una isla mayor que la Libia y Asia reunidas. Cosa frecuente, ya que el tránsito por el mar que lleva el nombre de Atlántico por la isla, era natural. Esos invasores dominaban la mencionada isla y partes del continente, de la Libia hasta Egipto y de Europa hasta Tyrrenia (6). Pero ocurrieron intensos terremotos e inundaciones y en una noche infernal, la tierra se lo tragó todo; es por ello que no se puede recorrer ese mar por la cantidad de limo que la isla depositó al sumergirse.
CRÍTIAS O DE LA ATLÁNTIDA
Platón en este Diálogo nos relata sobre los tiempos pasados, de la existencia y detalles de la Atlántida.
Hace más de nueve mil años de la guerra entre los de éste y los del otro lado de las Columnas de Hércules, que eran habitantes del reino de la Atlántida, país que era mayor que la Libia y Asia juntas y que fueron sumergidas por los temblores de tierra en el fondo del mar, quedando en su lugar un légamo impenetrable que impide el navegar por ese mar.
Los nombres de Crecrops, Erechteo, Erichtronios y Erypsidton y muchos otros, se remontan a tiempos anteriores a Teseo (7), y servían a los sacerdotes egipcios cuando hablaban de esa guerra porque tanto las mujeres como los hombres eran uno en los trabajos de la guerra, por eso los artistas vestían a la Diosa con armadura.
Solón encontró que los egipcios habían traducido sus nombres a su lengua y aquél lo hizo con el nuestro, al estar conservados esos manuscritos en casa de su abuelo que en su niñez estudió con detenimiento. Por eso no es de extrañar si se pronuncian nombres griegos.
En un principio, los dioses se sortearon las diferentes comarcas del la tierra, y a Neptuno le tocó la Atlántida, estableciendo a sus hijos que tuvo con una mortal, no lejos del mar, en una isla con llanuras fértiles y a 50 estadios de distancia (11.600 m), existía una montaña de poca altura que la habitaba uno de los hombres que cuando el origen de las cosas, nacieron en la tierra: Euenor era su nombre, y junto con su esposa Leuvippe engendraron una hija: Cleito, que se enamoró de Neptuno. Éste fortificó la colina con dos anillos de agua y tres de tierra alternativos, convirtiendo un círculo el centro de la isla y haciéndola inaccesible, porque ni los navíos ni el arte de conducirlos aún eran conocidos.
Hizo manar dos fuentes de agua, una fría y otra caliente, aparte de dotar a la tierra para que produjera variados y abundantes frutos. De Cleito, nacieron cinco pares de hijos varones, dividiendo toda la isla en diez partes, dándole al mayor el título de rey. El primero de ellos fue Atlas (7) y a su gemelo le otorgó la parte de la isla localizada en la parte de las Columnas de Hércules, una comarca que se llama Gadeiros y Eumele en griego. Los demás gemelos fueron: Ampheres y Euemón; Naiseas y Autochton; Elaisipos y Nestos; Azaes y Diapretes, y habitaron el país durante generaciones, extendiendo su dominio. La posteridad de Atlas permaneció siempre muy honorada; el más anciano era el rey y transmitía su autoridad a su hijo mayor de manera que conservaron el poder real en su familia durante largos años.
Sus riquezas eran tales como ninguna casa real ha tenido ni tendrá jamás, se importaba y exportaba muchísimos productos entre los que destacaban los metales sólidos y los fundibles y hasta aquel del que solo sabemos su nombre, que es una realidad y que se extraía de mil sitios de la isla: el cobre aurífero, más preciado que el mismo oro. Tenía la isla gran cantidad de animales, destacando los elefantes, además de multitud de frutas y legumbres. Favorecida por el sol a sus moradores prodigando sus tesoros en cantidades incontables y edificaron templos, poblaciones, solo el palacio era de cinco estadios (1.160 m) de diámetro. Los puentes entre los fosos circulares que el mar llenaba y que rodeaba a la antigua metrópolis, poniendo en comunicación el palacio real con el resto de la isla, esta residencia fue construida desde el principio en los mismo lugares habitados por el Dios y no cesaban en embellecerla. Poseían grandes puertos y dársenas entre los fosos circulares, cavaron un canal de tres plethros de anchura (88.8 m), 100 pies de profundidad (29.6 m) y 50 estadios de longitud (11.600 m) que comunicaban con el mar.
De esta manera consiguieron que las embarcaciones al volver de sus viajes pudiesen entrar allí como en un puerto, pues para ello había una bocana en la que los mayores navíos podían moverse sin dificultad. En las cinturas de tierra que separaban los fosos inundados por el mar, abrieron debajo de los puentes trincheras bastante anchas para librar paso a una tirreme y unieron sus bordes por medio de techumbres que permitían a los barcos atravesarlas bajo cubierta; porque las cinturas de tierra se elevaban mucho sobre el nivel del mar. La cintura mayor que era la comunicaba con el mar, tenía tres estadios de anchura (696 m) y la continua de tierra las mismas dimensiones. De las dos cinturas siguientes a la de mar tenía dos estadios de anchura (464 m) y la de tierra la misma que la precedente. Por último, la cintura que rodeaba inmediatamente a la isla interior, tenía solamente un estadio de anchura (232 m). La isla interior misma en la que estaba el palacio de los reyes tenía cinco estadios de diámetro (34.825 m). Revistiendo todo el contorno de esta isla, las cinturas y el puerto de una muralla de piedra, extraída de las laderas de la isla central; construyendo torres y puertas en las cabeceras de puente y a las entradas, bóvedas bajo las cuales pasaba el mar.
Todo ese el anillo exterior fue revestido de piedras de colores banco, rojo y negro, cubriendo de bronce toda su extensión como un barniz, de estaño era el segundo anillo y de cobre aurífero de reflejos de fuego: la acrópolis, que tenía una muralla de oro, destacando de entre todo el templo de Cleito y el de Neptuno (solo accesible a los sacerdotes) de unas medidas de un estadio de longitud (232 m), tres plethros de anchura (88, 8 m) y una altura y aspecto bárbaro. Su exterior fue revestido de plata menos el almenado que lo fue de oro; la bóveda de marfil, oro plata y cobre aurífero; los suelos, techos y paredes del mismo material. La estatua de Neptuno era de oro con su carro tirado por seis caballos alados, que alcanzaba la bóveda, acompañado de 100 nereidas montadas sobre delfines. En el exterior de la acrópolis estaban las estatuas de los reyes, numerosos jardines e hipódromos. Hasta ese lugar acudían anualmente de las diez provincias del imperio a ofrecer a las dos divinidades las primicias de los frutos de la tierra. La llanura de la isla era lisa y uniforme de unos tres mil estadios (696.000 m) formando un rectángulo alargado, y la distancia del mar al centro, más de dos mil (> 464.000 m), esta parte de la isla estaba orientada al mediodía y no tenía nada que temer a los vientos del norte, le ponderaban las montañas que le formaban una cintura.
Desde el principio se dijo que el suelo estaba muy elevado sobre el nivel del mar y los bordes de la isla cortados a pico. Del borde superior lo cavaron en una profundidad de un plethro (232 m); tenía un estadio de anchura (232 m) y trazado alrededor de la llanura su longitud no tenía menos de diez estadios (2.320 m). En el desembocaban todos los cursos de agua que se precipitaban desde las montañas; sus dos extremidades llegaban al a ciudad y desde allí iba a desaguar al mar. Del borde superior de ese foso partían trincheras de cien pies de anchura (278 m) que cortaban en línea recta la llanura y se unían en el mismo foso en la proximidad del mar; distaban unas de otras cien estadios (23.200 m).
Para transportar por agua a la ciudad las maderas de las montañas y los diversos productos de cada estación, se había hecho que las diversas trincheras se comunicaran entre sí y con la ciudad por canales transversales. La tierra producía dos cosechas al año, porque las lluvias de Júpiter y fecundada en verano por el agua de las trincheras.
El número de los soldados se había fijado del modo siguiente: cada división territorial debía elegir un jefe, y había sesenta mil de esas divisiones de una extensión de cien estadios (23.200 m). De los habitantes de las montañas y de otras partes del país, dice la tradición que su número era infinito y fueron distribuidos según las localidades o pueblos en divisiones análogas teniendo cada una un jefe, éste tenía que proporcionar la sexta parte de un carro de guerra, de manera que hubiera diez mil; dos caballos con sus jinetes, un tiro de dos caballos sin carro, un combatiente armado de un pequeño escudo y un jinete para conducir dos caballos; dos infantes con armamento pesado, dos arqueros y dos honderos, tres soldados armados a la ligera, tres con piedras y tres con jabalinas y cuatro marinos por división para maniobrar en una flota de mil doscientas embarcaciones. Esta era la organización de la ciudad real, las otras nueve provincias tenían una organización más particular.
El gobierno de cada una de las provincias residía en cada rey, y las relaciones de los reyes entre sí era la regla transmitida por Neptuno, grabada en la columna de cobre aurífero en medio de la isla, lugar de reunión cada quinto y sexto año, para conceder iguales derechos al número par que al impar. Después de haber soltado diez toros en el templo de Neptuno y quedándose solos los diez reyes, rogaban al dios que escogiera la víctima que le fuera grata y perseguían a los toros sin más armas que palos y cuerdas. Una vez apresado el toro, lo llevaban a a la columna y lo degollaban sobre la inscripción conforme a las prescripciones del rito.
Además de las leyes, se habían escrito en la columna un pavoroso juramento e imprecaciones contra cualquiera que las violara. Un vez consumado el sacrificio y consagrado todos los miembros del toro según aquellas leyes, derramaban los reyes gota a gota la sangre de víctima y echaban el resto al fuego y purificaban la columna. Recogiendo luego las sangre en unos frascos de oro, esparcían parte de su contenido sobre el fuego y juraban juzgar según las leyes escritas en la columna, castigar a quienes las infringieran, observarlas en adelante en todo su poder y no gobernando ellos mismos sino obedeciendo a quienes gobernara conforme a las leyes de su padre, después bebiendo lo que quedaba en los frascos, se preparaban para la comida y otras ceremonias necesarias. A la hora de las sombras y cuando el fuego del sacrificio se consumía, se revestían de hermosísimas vestiduras azuladas, se sentaban en el suelo y cuando el fuego se había extinguido, formulaban sus sentencias, las inscribían en una placa de oro y y la colgaban con sus ropajes de los muros como recuerdo y advertencia. Otras leyes particulares eran las de no acudir a las armas unos contra otros, deliberar en común siguiendo el ejemplo de sus antepasados y que el rey no podía condenar a muerte a uno de sus parientes sin el consentimiento de más de la mitad de los diez reyes.
Durante mucha generaciones obedecieron las leyes del Principio Divino, pensaban conforme a la Verdad y sus pensamientos mostraron moderación y sabiduría en todas las circunstancias, mirando con desprecio todo lo que no era virtud, dando poca importancia a los bienes, llevando como una pesada carga natural el oro y las riquezas, lejos de dejarse embriagar por los placeres, comprendían que los otros bienes se incrementan por la Virtud y, que al contrario, si se los persigue, perece y con ellos la Virtud. Todo el tiempo así razonaron y conservaron la Naturaleza Divina y todo les salió como ya hemos dicho. Pero esa Esencia Divina se fue debilitando al mezclarse con la naturaleza mortal y degeneraron. Fue cuando Júpiter, el dios de los dioses que gobierna según las leyes de la justicia y cuyas miradas disciernen en todo el bien y el mal, la depravación de un pueblo antes tan generoso y deseando castigarle para que volviera a la Virtud y a la Sabiduría, reunió a todos los dioses en la parte más brillante de las celestiales moradas en el centro del universo, desde donde se contempla todo lo que participa de la generación, y al verlos juntos les dijo........ (Hasta aquí el fragmento conservado).
NOTAS
(1) Platón: Filósofo ateniense nacido en 427 ac y muerto en 347 ac.
(2) Solón: Legislador y filosofo griego, nació en 640 ac y murió en 558 ac.
(3) Crítias: El más conocido de los treinta tiranos establecidos en Atenas por los espartanos. Perteneció a los pitagóricos, fue astrónomo y discípulo, aunque otros autores dicen que plagiario de Platón. (450-403 ac).
(4) Sais: Antigua ciudad del Bajo Egipto situada en el delta del Nilo, famosa por su culto a la diosa Neith o Nit, creadora del mundo y madre de todos los dioses, entre ellos Osiris. Protectora del arte de tejer y el jeroglífico que su nombre representa es una lanzadera de tejedor, su santuario era llamada la “casa de los paños”, porque allí se confeccionaban para adorno de los dioses y de los muertos. Estaba relacionada con la diosa griega Atenea o la romana Minerva.
(5) Cronología: Los 8.000 años de antigüedad de los libros egipcios, añadiéndole otros 1.000 años más que se refieren a la desaparición de la Atlántida, hacen un cómputo de 9.000; añadiéndole los 90 años de edad del propio Crítias, y suponiendo 20 años (mínimo) entre cada generación desde el bisabuelo al bisnieto, serían 60 años del bisabuelo de Crítias, correspondiendo 9.150 años hasta el momento de los hechos; añadiéndole a su vez otros 2.356 años hasta el año actual (2.009 de la era cristiana, más 347 años de la muerte de Platón anteriores al año cero cristiano de referencia), hacen un total aproximado de 11. 560 años de la desaparición de la Atlántida.
Es de destacar que aproximadamente cada 12.000 años ocurre una catástrofe ambiental de las características descritas, como puede ser una glaciación general en gran parte del planeta.
(6) Teseo: Héroe del Ática, hijo de Egeo y de Etra. Guiado por el hilo de Ariadna, entró en el laberinto del Minotauro, abandonó luego a Ariadna en la isla de Naxos, luchó contra las Amazonas y se apoderó de su reina Antíope, de la cual tuvo un hijo (Hipólito) y a su muerte se casó con Fedra. Condenado por Plutón a permanecer eternamente sentado en los infiernos, fue liberado por Hércules.
(7) Atlas: Hijo de Poseidón. Mientras estaba contemplando las estrellas, los dioses lo transformaron en montaña que sostiene la Tierra. Padre de las estrellas conocidas como Pléyades o atlántidas. Se le atribuye el profundo conocimiento de las profundidades del mar. También es así llamada la primera vértebra cervical.
(8) Medidas:
1 estadio:................. 232 m.
1 plethro:....................28 m.
1 pié:.....................0,278 m.

Coño, Juan, ¿como es posible que tu blog se llame cabeza de chorlito y nos salgas con estas cuitas filosófico trascendentales? Mira que tenemos que dejar un hueco en nuestra "bola" para enfrentarnos a la realidad de un hermoso aprendizaje que no debe morir en nosotros. Muy bueno lo del "pen drive"
ResponderEliminarEvidentemente Antonio vuelve a tener razón...Q filosófico eres. Se notan tus raíces italianas!
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